
Hagamos un poco de historia.
Hace 25 años, una convulsión positiva abrazaba a la Argentina. El domingo 30 de octubre de 1983 se consumó la restauración democrática con la elección de Raúl Alfonsín como el primer presidente civil después de la más cruenta y sangrienta experiencia militar del siglo pasado.
La Argentina sigue siendo ahora, dos décadas y media después, uno de los países latinoamericanos más apegados al sistema democrático, según la última encuesta de las Naciones Unidas en la región, pero yo me pregunto ¿La democracia ha hecho sus deberes en estos años? ¿El Estado ha cumplido su papel de árbitro de los conflictos sociales? ¿La sociedad tiene razones para estar conforme con su sistema político? Antes de entrar en ese debate, es necesario repetir lo que es irrefutable: ningún método político sustitutivo es mejor que la democracia misma, aun cuando los hombres que la expresan -y la expresaron- no la merezcan.
Si algo quedó claro en la volátil Navidad del año 2001, cuando un presidente se fue en la mitad de su mandato y la economía se derrumbó sobre las espaldas de los argentinos, es que ya no había sociedad, ni militares, ni situación internacional propicios para cambiar la democracia por una nueva aventura uniformada. Con argumentos infinitamente menores, en el pasado muchos presidentes civiles habían volado de la Casa Rosada y los tanques del Ejército se habían hecho cargo de los problemas nacionales.
La primera pregunta que vale la pena hacerse es si la Constitución, el único contrato unánime de la sociedad argentina, fue respetada en estos años. La respuesta no puede ser positiva, sobre todo si se tiene en cuenta que la destrucción de la economía fue una consecuencia (y no una causa) de la devastación previa de todas las instituciones nacionales en la decada del ´90. Sin Poder Judicial creíble, sin Congreso respetado, sin moneda y por último, sin institución presidencial, sólo un prodigio improbable hubiera salvado a la economía del contagio seguro.
En el alba de la democracia, en 1983, fue necesario restaurar el estado de derecho tras su ausencia más notable durante el periodo de 1976 a 1983. Alfonsín tuvo el mérito de cumplir esa tarea, tras ordenar el primer juicio político a los militares ( 1° en la historia) por haber perpetrado un golpe de Estado y por haber condenado a miles de argentinos a la desaparición y su muerte. El enjuiciamiento a la dictadura de los años 70 no concluyó ahí, aunque el presidente radical intentó ponerle un límite con las leyes de obediencia debida y de punto final, y muchos juicios se reabrieron luego cuando apareció el caso no juzgado de los niños robados en cautiverio.
Ningún presidente de la democracia se fue cuando debió irse. Alfonsín salió disparado por la onda expansiva de la hiperinflación provocada despues del 14 de mayo de 1989 dia en que fue electo Carlos Menem , pero aca cabe aclarar un punto: que ya habiendo un presidente electo y con un periodo de transicion demasiado largo( mas de seis meses)con la imagen en todos los medios del presidente electo proclamando que debia asumir lo antes posible, y en estas circunstancias y para evitar males mayores el dr Alfonsin debio dejar su cargo antes de concluir su período. El presidente que lo sucedió, Carlos Menem, se quedó cuatro años más, tras forzar una reforma de la Constitución que calzaba perfectamente con su proyecto político de perpetuación. Fernando de la Rúa alcanzó apenas a cumplir el 50 por ciento de su mandato.
El único que se fue cuando quiso (y luego de obturar el regreso de Menem, fue un presidente provisional, Eduardo Duhalde. Otra extrañeza de la política argentina: Duhalde fue también el único presidente que se fue mejor que como llegó, aunque llegó muy mal. Era, al mismo tiempo, el único al que una mayoría de la sociedad argentina le había dicho, en 1999, que no lo quería ver en la jefatura del Estado.
En el teatro de la política ya habían sido precedidas por otros métodos y por otros códigos, que fueron carcomiendo los cimientos de las instituciones. Las negociaciones entre peronistas y radicales para reconstruir la justicia comenzó con el dr Alfonsin y el senador peronista Vicente Leónidas Saadi, este ultimo se había reservado la estratégica presidencia de la comisión de Acuerdos del Senado. Los jueces no fueron nombrados por sus méritos o por sus sabidurías sobre el Derecho, sino por sus afiliaciones o simpatías políticas, pero existia una ventaja era multipartidaria.
Cuando accedió al poder, Menem cambió aquel regateo por un sistema más expeditivo: tumbó a la Corte Suprema de Alfonsín y amplió el número de sus miembros. Al mismo tiempo, ordenó sin más vueltas la designación de jueces amigos de sus amigos. Nació así lo que con el tiempo se llamaría la "justicia adicta", que perdió en el acto el crédito social.
El Parlamento se llenó, paralelamente, de hombres sin calidad política, intelectual y moral, en muchos casos. Hubo y hay excepciones, pero la corporación política se encerro en el Congreso a espaldas de la sociedad y de sus responsabilidades. El clientelismo político y las cerradas estructuras partidarias por encima de cualquier otro concepto político alejaron a ese crucial poder del Estado la confianza de la sociedad y de sus propios compromisos básicos, nunca mas vigente este concepto como en el dia de hoy.
De la Rúa no pecó por haber inaugurado un sistema de sobornos a legisladores a cambio de la aprobación de leyes. Su pecado consistió en que se hizo publico, y que prometió reincorporar una noción de moral en la administración nacional, convencido de que las cosas habían funcionado bien de esa manera durante gran parte del mandato de Menem. El diagnóstico fue acertado, pero el remedio no resulto.
Es probable que los sobornos de De la Rúa hayan sido los últimos que se pagaron? no, saltaron, dudas durante la gestión de Duhalde. Pero la reforma política para transparentar los procedimientos del Congreso, sigue siendo un desafío.
A pesar de los indultos de Menem, los más importantes exponentes del régimen militar han estado presos, por una razón u otra, durante la mayor parte de estos 20 años.
Si Alfonsín había sometido a los militares al juicio político y social, Menem los indulto. Su jefe del Ejército, el general Martín Balza, hizo, además, la primera autocrítica pública de los militares latinoamericanos por los golpes de Estado y por las violaciones a los derechos humanos. A la vez, convirtió a los militares argentinos en uno de los tres mejores ejércitos del mundo en el ejercicio de tropas de paz bajo el mandato de las Naciones Unidas.
Más allá de la opinión que pueda merecer su política, con la investigación del pasado violento, el discurso de Kirchner es injusto con la historia, porque no reconoce que aquello también pasó y que hubo importantes revisiones de los crímenes cometidos por el Estado en el segundo lustro de la década del 70.
Sin remedio
Dos cosas parecen no tener remedio en la Argentina democrática: la falta de diálogo y debate entre los principales exponentes de la vida pública. Por ejemplo, Alfonsín desafió a Ronald Reagan por su política en América Central y Latina, pero Menem decidió, por sí solo, que era mejor tener una relación de alineamiento automático con los Estados Unidos (relacion carnal).
Conviene detenerse en la economía. Si Alfonsín no pudo aprovechar el tiempo y el crédito político jaqueado por 15 paros generales, 3 levantamientos militares y un copamiento de cuartel, Menem se abrazó a un programa económico, la convertibilidad, más allá de la prudencia y la ponderación, carente, a la vez, de una mínima idea sobre las consecuencias del endeudamiento público.
La incorrecta privatización de los servicios públicos que puso en marcha, sin controles el final de ese proceso fue un cuestionamiento que le debe respuesta a la ciudadania por todo el proceso privatizador.
Domingo Cavallo venía reclamando, desde diciembre de 1995, un acuerdo político amplio que permitiera abandonar mesuradamente la convertibilidad. "Si no lo hacemos, lo que nos espera es un monumental endeudamiento y rogarle a todos los santos para que Brasil no devalúe", le expresó en ese momento a uno de los principales hombres de la política argentina, igual con superpoderes, ocurrió el endeudamiento y Brasil devaluó en enero de 1999.
Ni Menem ni De la Rúa, el primero quería una segunda reelección inconstitucional y el segundo porque temía que una nueva devaluación sacara corriendo del gobierno a otro presidente radical, y se animaron a tocar el tipo de cambio en un mundo que lo retocaba permanentemente, igual le fue mal.
Sin embargo, y seguramente como consecuencia de todo aquello, la mayor deuda de la democracia es con la propia sociedad argentina la llamada DEUDA INTERNA. Según un estudio del analista económico Orlando Ferreres, en 1983 la tasa de desempleo apenas rozaba el 4 por ciento de la población económicamente activa, menos del 10 por ciento de la sociedad estaba bajo la línea de la pobreza y no existían argentinos indigentes. No era, desde ya, obra de los militares que se habían ido, sino las estelas perdurables de la vieja Argentina del pleno empleo y del ascenso social y que Alfonsin respeto a rajatablas.
La era KK.
25 años después, la tasa de desempleo supera al 26 por ciento de la sociedad activa, más del 50 por ciento de los argentinos está bajo la línea de la pobreza y un 25 por ciento vive en la indigencia.
Pero los Kirchner han comenzado a disolver el indispensable espacio público a la política, su misión seria peligrosamente exitosa, destruyendo sistematicamente al Congreso, cercenando la libertad de expresion con agravios gratuitos y grupos de choque asalariados, mintiendo a la ciudadania en su conjunto, estancando y liquidando a la economía.
Aquella fe social en la democracia del ´83 fue un milagro, pero ningún milagro sucede dos veces en la vida.
RECUPERACION DEMOCRATICA
La diputada radical Cecilia Moreau presento un proyecto de ley ( el cual fue aprobado) solicitando que se declare ciudadano ilustre de la provincia al ex presidente de la República Raúl Alfonsín, por "su aporte permanente en favor a la democracia, su defensa irrenunciable a la lucha por los derechos humanos y su compromiso inclaudicable en pos de un país mejor".
Cecilia Moreau remarcó que "el doctor Alfonsín representa para todos nosotros la política con letras mayores, esa política que no se califica como nueva o vieja, esa forma de concebir a la misma como una forma de vida"
La legisladora afirmó que "el mayor merecimiento a este hombre para la obtención de un reconocimiento de esta naturaleza es, sin dudas, su increíble visión de las necesidades que como sociedad tenemos para alcanzar la meta de transformarnos en una verdadera Nación"
El diputado Marcelo Gastaldi (PJ) propuso, mediante un proyecto de ley, declarar al 2008 "año del vigésimo quinto aniversario de la recuperación democrática" y solicitó a las autoridades de la Cámara que gestionen la inclusión del tema en el período extraordinario de sesiones, para poner en marcha los alcances de la iniciativa.
La intención legislativa es que la papelería oficial de este año incluya un membrete alusivo, que el calendario escolar desarrolle jornadas para reflexionar acerca de la evolución de la democracia argentina; las rupturas institucionales entre 1930 y 1983 y de los últimos 25 años de reinstitucionalidad democrática.
En otros artículos se prevé la conformación de una comisión coordinadora de actividades conmemorativas entre miembros del Poder Ejecutivo, legisladores y organizaciones de la comunidad y que las emisoras de radio y televisión de la provincia realicen menciones especiales en espacios a convenir con el Ejecutivo.
Gastaldi señaló que los 25 años de retorno, sin interrupciones, de la institucionalidad democrática es un hecho no menor. "Ello no es fruto de la casualidad, sino de la férrea convicción de una sociedad que en un momento decidió decir basta a los regímenes de facto, abrazando el sistema democrático como el único válido para desarrollar una auténtica vida republicana que respete las libertades individuales y promueva los derechos humanos".
El legislador justicialista admite que "el tránsito no ha sido fácil y hubo que superar muchas crisis que incluso pusieron en el escenario, en una primera etapa, a grupos militares que todavía pugnaban por mantener espacios importantes de poder, y que de algún modo también reaccionaban frente al juzgamiento a que fueron sometidas sus cúpulas que dirigieron el país entre 1976 y 1983. Muchos gobiernos pasaron, no sin sobresaltos, desde 1983".
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